
Cuando solo uno de los miembros de la pareja hace todo en el hogar. Es muy probable un conflicto en el corto o mediano plazo cuando uno de los dos miembros de la pareja piensa que trabaja más que el otro en el hogar de manera injustificada.
Cuando no logramos superar la rutina. Combatir la rutina supone un esfuerzo permanente por parte de ambos, ya que pudiera ser algo inevitable en algunas parejas que no logran despegarse ni un momento. Tratar de no pasar las 24 horas del día juntos, dedicarle tiempo para compartir con los amigos y tener su cierta independencia individual se hace indispensable.
Demasiadas deudas. Es muy común asumir una gran cantidad de compromisos económicos cuando decidimos compartir nuestra vida con otra persona. El alquiler o la compra de un apartamento, las facturas de luz y teléfono, las cuotas del carro nuevo y la manutención de los niños forman parte de los compromisos ineludibles que debemos asumir. Algunas veces tener una vida en común supone una pesada carga económica. Y si encima a alguno de los dos no le va bien en el trabajo, la preocupación se traspasa inevitablemente a la relación de pareja. Es difícil mantener el buen humor y mucho menos la pasión cuando uno no tiene tantas deudas pendientes, por lo tanto solo asuma los compromisos económicos que usted pueda sustentar sin menoscabar su relación de pareja y familiar.
Adicción al trabajo. No es posible que el trabajo acapare nuestra vida hasta el punto de dejar en un segundo plano nuestra relación de pareja. Todos tenemos obligaciones y responsabilidades y es normal tener ambiciones laborales, pero también hay que saber ponerse límites cuando el trabajo ocupa la mayor parte de nuestro tiempo. A la pareja hay que cuidarla y atenderla. Hay que darse cuenta y asumir si detrás de esa entrega desmedida al trabajo se esconde un problema de desamor, una evasión de la rutina o incluso una infidelidad.